29 de agosto de 2009

filosofia mundana (sin miedo)

Querido sábado,
No tengo miedo. A estas alturas ya no le tengo miedo a nada. Me enseñaron a tener respeto a lo desconocido pero el respeto no me impedía tirarme a los precipicios, sólo me hacía llevar una cuerda de seguridad.

24 de agosto de 2009

filosofía mundana (te quiero)

Querido lunes,
Como con el ajetreo de un tren regional me despierto de la nada.
Hoy escribo temprano, antes de ir a trabajar. Estas horas me hacen sentir como en un espacio atemporal donde no se oye nada más allá de mis dedos tecleando palabras que se hacen frases y a su vez se hacen vida al ritmo de los latidos de las yemas.
Aquí las horas se alargan como los relojes de Dalí y, harta de ver como las estrellas se van difuminando al ritmo que aparece la luz del nuevo día, me preparo un café. Hoy será un día largo.

No escribiré lo que siento. Hoy no se trata de sentir porque lo siento todo. Siento mi aliento salir de los pulmones de igual manera como echo en falta las llamadas de Al. Siento el leve suspiro de Yago dentro de sus sueños y, intuyo más de lo que veo, su espalda dividida en dos partes iguales casi perfectas abiertas más de lo normal por horas de piscina y separadas por una columna firme con un par de arañazos de excesos de la noche anterior.
Siento el respaldo de esta silla, que me devuelve a la realidad de la habitación cada vez que me echo hacia atrás y vuelve a encontrar mi camisa medio desabrochada que me hace de segunda piel.
También puedo decir que siento burbujas de jabón que no se atreven a romperse, como si cada una de ellas fuera una idea más.
Y es verdad que siento que en estos momentos soy incapaz de escribir lo que quisiera que me pasara o quisiera sentir más allá de estar aquí y ahora, atravesando la frontera del día y de mi felicidad.

Yago se gira y sale al encuentro de mi cuerpo que en estos momentos no está a su lado y por unos momentos veo que siente incertidumbre dentro de su inconsciencia. Su subconsciente se echa atrás al ver que le falta algo y su cara dibuja una mueca de sorpresa e inseguridad que se relaja cuando se abraza al cojín. Yo también echo de menos sus abrazos. Ahora de verdad me doy cuenta de que hasta dormida soy capaz de extrañarle y que mis días seguirían siendo de 24 horas pero serían del todo vacíos, y es que él me llena hasta el dedo meñique del pie.
Podría decir que le quiero pero no lo sé. Nadie nunca me ha enseñado lo que quiere decir querer. Me han enseñado a querer a la familia, a los amigos, pero es que lo que siento por él es cien mil veces mayor. También podría decir que le amo. ¿Le amo? ¿Le amo como a qué? Como a nada más. Amar es combatir dicen. Lo mío es la guerra de los mil sentimientos. Amar se ama en las películas pensando que te reencuentras en París, matándote por amor. Yo lo reencuentro en cada palabra que me dice, no nos hace falta viajar más allá de este comedor, de esta habitación.
El caso es que nos enseñan a ponerle nombre a las cosas, a identificar todo, a no dejar nada al azar. Pues esto nuestro es azar, esto nuestro no tiene nombre y ni siquiera quiero ponerle alguno. Nombrar es generalizar. Nombrar es permitir que alguien ajeno también lo use y lo sienta. Esto es sólo nuestro y es así. Es algo que escribimos juntos, adelantando la vida con pequeños pasos y grandes sorbos. Nos equivocamos y lógicamente discutimos, pero no nos intentamos comprar uno al otro, nos basta con intercambiarnos.
Jamás en la vida imaginé que sería algo parecido a un sueño y es que en esta vida lo bueno dos veces bueno y él está en ello.

Hoy no quería escribir sobre él. Hoy tocaba contar mi reencuentro con Al pero es que Yago lo reduce todo a banalidades.

A Al le envié un corto mensaje de móvil. “¿Un café esta semana?”. Quería verle, necesitaba volver a saber de él. No se como es posible que haya estado en sus infiernos, que nos hayamos movido al mismo compás haciendo esperar al mundo, que haya conocido tanto de él y ahora parezcamos dos desconocidos que se encuentran en un bar para hablar del verano, para contarse que la vida va bien sin detalle alguno. Como si nos hubiésemos visto cada día haciendo el café a la salida del trabajo y no haya más tema que el tiempo caluroso que hace dentro y fuera del bar. Un fogonazo le enciende la cara cuando me mira y a mi se me enciende la lástima. Hay tantos deberes por hacer y tantas noches sin dormir detrás suyo que sólo soy capaz de decirle “hasta pronto” a sabiendas que el pronto será nunca o de aquí mucho. Antes el “pronto” era el “mañana”. El mañana me daba igual cuando nos quedábamos tirados en la carretera y esperábamos tumbados sobre el capó del coche a que la grúa nos viniera a buscar. El mañana era desayunar, comer, merendar, cenar juntos. El mañana era mirarnos y decirnos más que en las quinientas páginas del Quijote. Ahora le miro y no veo más allá que un Haikú desestructurado.

22 de agosto de 2009

filosofía mundana (siempre está)

Querido sábado,
veintidós de agosto de mil novecientos noventa y nueve.

Perdón. Disculpen por el retraso. No era mi intención este contratiempo pero a veces tengo tantas cosas en la cabeza que aquí que las vacío todas (y lógicamente sin orden) se me acaba el día.

Bien, hoy le toca a ÉL. Parece ser que llevo una semana de melancolía acumulada pero es que hoy no puedo respirar sin pinchazos en el corazón. No, no, seré muy breve, diré lo suficiente para convencer/para convencerme de que hay y habrá pocos locos sabios como él.

Porque él era así, era un loco sabio.
Era loco por razones tan simples como por ser compañero de fatigas tan grandes que cansaban solo de recordarlas y viajes tan inolvidables que se echan de menos cada día. Él fue capaz de darle cuarenta y una vueltas a la vida y nunca se mareó.
Rozaba el equilibrio entre los aires del sur y el invierno del norte.
Los ojos de un azul como Neptuno iluminaban hasta las habitaciones más oscuras.
Con él nunca tenía miedo. Los bosques se convertían en simples llanuras que la luz de la luna hacía mágicas.
Sus casi dos metros de altura le dieron un instinto para encoger la cabeza en cada puerta que ya ni se daba cuenta.
También estaba loco por creerse invencible en los dardos, en el dominó, jugando a los chinos, jugando a baloncesto. Bien, tampoco estaba tan loco porque un poco de razón tenía pero me dejaba ganar.

También he dicho que era un sabio y estas pruebas lo corroboran. Era un as con los ordenadores, la electricidad, la electrónica...hacía andar chismes que nunca se movieron de su sitio y creó fuentes de alimentación cercanas a los móviles perpetuos de primera o segunda especie. Solucionaba problemas de física sin apuntes y se lo pasaba bien haciéndolo (esto quizá debería estar en el apartado de locuras).

Te tendía la mano tanto si ganaba como si perdía pero si perdía, la mano iba acompañada siempre de una revancha que no perdonaba nunca y que te fusilaba.

Yo siempre he creído que Sabina escribía lo que pensaba y él cantaba lo que pensaba Sabina, como si fueran uno aunque con pinceladas de The Beatles y algún que otro setentero de la época guardado en vinilos.

Su nombre italiano no le daba por eso rasgos más mediterráneos de los que ya tenía y más si se ponía a cantar a Serrat con su Mediterráneo y la guitarra que siempre llevábamos en el maletero.

Ahora sólo me queda levantarme y aplaudir. Me queda quitarme, aunque sólo sea metafóricamente, el sombrero y proponer sustituir el hidrógeno por él en la tabla periódica porque en la tabla de mi vida él siempre ha sido el primero.

Veintidós de agosto de dos mil nueve.
Era un loco sabio.
Loco por ser mi padre.
Sabio por decirme antes de irse con sus compañeros los GEOS al ataque que terminó siendo kamikaze "no em trobis a faltar, saps que hi seré sempre".
Y siempre está.

12 de agosto de 2009

filosofía mundana (¿acabar qué?)

Querido miércoles,

Ayer fui a visitar a mi abuela. Cuando entré se me abrazó como una loca. "Es que hace tanto que no te veo hija". Y tiene razón, hace tanto tiempo que no veo a tanta gente que no sé si el reloj y mi agenda se duplican inversamente.
Pasé la tarde con ella. Mejor dicho pasé la tarde por su casa y ella la pasó con la televisión, como cada tarde, como cada puñetero día desde hace más de 7 años. Ella le habla, le muestra lo que hay fuera y ella ya no alcanza, le abre la ventana a la vida que sigilosamente se la está llevando por delante y como mujer sabia que es, se da cuenta.

Estuvimos hablando de cómo estaba la ciudad de obras y turistas y de lo tarde que había llegado al cementerio donde cada día va a visitar al abuelo. Sin aceptar que la vida sigue sin él, ella se empeña cada día en ir a explicarle lo que sus ojos ya no ven. Le cuenta que hasta las flores más bellas se vuelven marchitas, que hay una gripe muy rara, que el mundo está en una mierda de crisis que nada que ver con la guerra que pasaron ellos y que sus nietas, el orgullo de su vida, las tres flores que quería acompañar al altar y nunca llegó a verlas de blanco, siguen felices como siempre. Lo que no saben es que estos tres ángeles se casaron con la vida cuando él se fue. No íbamos de blanco pero le cogimos la mano para que nos acompañase a que un tal "juez del mundo" nos declarara casadas con la vida para tirar con fuerza de todo lo que él dejó en su paso.

El caso es que mientras hablábamos de eso, de lo de siempre y lo de nunca encontré un trozo de papel detrás de unos cajones. Ésto es lo que había:

Sol, al petit despatx, de nit, adonar-se de cop que tothom dorm. No és només el silenci, és saber que no hi ha moviments, que s'ha tancat una casa plena de coses i que jo n'he quedat fora sol. Res no es mou, prop de mi, i així no he de reaccionar, només he d'accionar, si vull, petits moviments lliures, gestos que semblen més viscuts que de dia, omplir una pipa, passar les pàgines d'un llibre, escriure a mà com en els vells temps, per no fer cap mica de soroll, pensar soroll i obrir la Vanguardia per veure què en diu, i deixar a mig fer el que feia i començar una altra cosa, descobrir que he oblidat d'encendre la pipa, i fer-ho, i ara què?, ara res, o el que sigui perquè també descobreixo que el llapis ja no llisca pel paper amb la facilitat en que ho feia abans, que la primavera de Vivaldi deixa les notes sense emoció penjades en un aire tallant recossit. Em faig vell. El mirall en el fons m’ho vol negar però la quotidianitat em demostra el contrari.
300 pàgines. Havia arribat a escriure 300 pàgines a mà, la primera novela i ara mira’m, si ni tan sols escric recta i no ho acabaré. Deixo poques coses sense acabar però aquesta en serà una. Estic segur que algú, si és prou capaç de valorar el que hi ha i escriu amb el cor, veurà que val la pena acabar-ho.



¿Acabar qué?
La letra de mi abuelo me entró como leída por él y el pinchazo del corazón me resonó hasta en el cerebro haciendo que mis ideas pararan de fluir, que mi mano se quedara quieta, que mis párpados fueran incapaces de cerrarse y que mis lágrimas empezaran a mojarme el cuello de la camiseta.
Me fui al baño a lavarme la cara, escondí el papel en el bolso y me quedé a cenar con mi abuela.
Ya tarde, cuando vi que mi abuela cogía cuatro cartas en vez de tres jugando a la Brisca decidí irme a casa.

Llegué más arrastrada por la multitud de la calle y el GPS de mi rutina que por el propio impulso de volver. Saqué el papel del bolso metiéndolo en un cajón del comedor, me tumbé en la cama y esta mañana he amanecido con la funda del cojín empapada lista para celebrar un día más desde mi boda.

¿Acabar qué?

7 de agosto de 2009

filosofía mundana (peces)

Querido jueves/viernes,

Es tarde, se me están empezando a derretir las uñas de los pies con esta temperatura propia de un horno y me siento sola.

He puesto la radio para no oír mi respiración. De vez en cuando se oye un ligero "blup.blup" que sumerge de las profundidades de la pecera de la mesita del lado del sofá. Y es que el miércoles me compré peces. Cinco. Dos rojos y tres naranjas. Los rojos se llaman Curie y Mileva (en honor a dos grandes mujeres científicas) y los tres otros los he considerado machos nombrándolos Einstein, Bohr y Hawking. Los iba a llamar Ted, Robin, Marschall, Lily y Barney pero me parecieron demasiado vulgares.
Lo de comprar la pecera fue otra historia ya que donde compré a los "cientificfishies" (como los ha bautizado Dylan Strandy, un amigo americano de Yago) no les quedaban peceras así que me fui para casa, llené el fregadero de agua, los dejé en remojo y me fui en busca de una pecera. La encontré tres calles más abajo, en una pajarería de esas viejas que les quedan cosas casi prehistóricas. Volví y después de tantos años viviendo allí por primera vez me di cuenta de que el tapón del fregadero no hacía muy bien su función. Mileva y Einstein aun tocaban el agua pero los otros tres tenían las constantes vitales ya por los suelos. Llené la pecera con el chorro de agua al tope y los metí dentro. Les di comida que también había comprado en la tienda viejuna, los llevé al comedor y me los quedé mirando. En ese momento se decidieron los nombres. Mileva y Einstein habían sido los mas listos al situarse debajo de los otros y así, como un matrimonio, me dieron la idea. Después bauticé a Hawking. Por culpa de mi descuido se ha quedado con una aleta un poco torcida y nada de lado (también le pegaba el nombre de Nemo pero me dije a mi misma "¿como vas a presentar a tus peces como Mileva, Einstein y Nemo? Piensa un poco!). Bohr y Curie fueron del todo otorgados por pura aleatoriedad.

La historia de los peces sin el pan viene de lejos.
Últimamente no paso mucho tiempo con casi nadie, el trabajo me estresa. Carlos, Kiara, mis hermanas y pocos más son los que me ven el pelo de vez en cuando. A Yago hace cuatro días que no le veo y Ágatha y Adam se han ido de vacaciones.

El martes por la noche hablé con Yago por teléfono. Está pasando unos días en casa de su padre cerca del lago Como (como George Clooney a quien dicen no conocer, cosa que me extraña). Estuvimos hablando un buen rato y bien, entre una cosa y la otra le comenté lo de la soledad y eso. Sin pensárselo dos veces me contestó "¿quieres venir a vivir conmigo?".Yo no quiero ir a vivir con él. A penas nos conocemos y soy muy independiente como para vivir con alguien. Le respondí un rotundo "no" hasta con exclamación, sorpresa y un poco de susto. Sé que le decepcionó pero lo disimuló con un "bueno, no pasa nada, tiempo al tiempo. De momento puedes comprar alguna mascota, un gato o algo así". Acabamos de hablar de tonterías como el tiempo, algún partido de baloncesto o alguna película buena vista últimamente; nos dimos las buenas noches y colgué.

Estuve un rato pensándolo. Un gato no. Ya tuve uno cuando aún vivía con mamá. Shrödinger. Un gato negro que dormía en una caja. Aun descansa en paz en el jardín de la abuela de Ágatha con una plaquita muy mona que hizo su abuelo que ponía "el gato Shrödinger descansa en algún lugar de la incerteza". Muy cachondo su abuelo.

El caso es que me he decantado por los peces que también había tenido cuando era pequeña pero hace demasiado como para que guarde algún mal recuerdo.

1 de agosto de 2009

filosofía mundana (trabajar en agosto)

Querido sábado,

Hoy empieza agosto y la gente hace vacaciones. Se van las familias a la playa, a la montaña, los amigos te invitan a los apartamentos y a las fiestas multitudinarias, multiculturales, multicoloristas que no iré. "¿Cómo? ¿No te irás de vacaciones en agosto? ¡No puede ser! ¡Si todo el mundo esta de fiesta!". Quien diga eso es un mentiroso compulsivo. NO todos tenemos vacaciones en agosto y con eso aclaro las incógnitas de mi repentina marginación de la sociedad. Yo trabajo en agosto. Algunos me miraran como un bicho raro, otros ni me llamaran "total, si trabaja no querrá hacer nada...". Ésta es otra de las cosas molestas del agosto. Trabajo de lunes a viernes pero los fines de semana puedo salir ¿eh?, estoy encadenada a la rutina de los que levantan el país con el sudor de su frente pero los sábados puedo ir a bailar, ir al cine, salir y no entrar hasta el domingo por la tarde. Lo digo por los días de sequía que se le esperan a mi teléfono, al timbre de mi casa y a mi buzón de correo.

He dicho. Y con esto, me voy a trabajar (los sábados no trabajo pero hoy sí, para empezar el mes jodiendo).