3 de agosto de 2012

filosofía mundana (iniciación)

Querido viernes,

Llevo 15 días en el paraíso natural del Québec.
Hace calor y mi maleta llena de jerseis de lana y bufandas no estaba preparada para eso. El segundo día tuve que irme a comprar ropa de verano.

Provisionalmente tengo un piso compartido con una compañera pero a partir de septiembre tendré que mudarme. Estoy buscando apartamentos, habitaciones y puentes bajo los que vivir.

El equipo es internacional. Trabajo con mucha gente de Francia pero también hay italianos, iranís, serbios, japoneses y canadienses, por supuesto. Esto es solo mi equipo pero la central parece la ONU. En las salas de descanso te puedes encontrar gente haciendo skypes con las familias en cientos de idiomas. Padres deseando las buenas noches a sus hijos, mujeres mordiéndose las uñas mientras esperan que sus maridos lleguen a casa y las llamen, hijas pidiendo recetas de cocina a sus madres o gente que simplemente se toma un café y comentan las ventas.

Trabajo mucho, no tengo horario fijo, cobro un poco más que en Dublin y de momento la responsabilidad es casi nula. Estoy en mi mes de formación y ésto me permite preguntar, equivocarme, empaparme como una esponja de todo y de todos. No estoy en mi especialidad y por eso tengo que aprender como una becaria más. Me paso las noches leyendo artículos, viendo vídeos de presentaciones anteriores, estudiando las otras empresas y muchas veces me voy a dormir pensando quién me mandó a mi meterme en estos terrenos y empezar de nuevo, que en casa ya estaba bien. Pero no, me repito mil veces que es aquí donde ahora tengo que estar, que el saber no ocupa lugar y menos ahora con los pens.


No tengo noticias de Al desde que llegué que me mandó un mensaje deseándome buena suerte. Hablo con Ágatha y Adam y me cuentan que está bien, que se acuerda de mi de vez en cuando en algunas conversaciones y dice que me tiene que llamar pero que ni siquiera hace el gesto de parecer preocupado.

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